sábado, 31 de enero de 2009

FÉNIX

En la noche, un sonido y luego calma. De otros labios la bullanga y en nuestros oídos el silencio; pero todo triunfo es ladino y engañoso. Habrá quienes roben el silencio para maldecir, otros que se regocijarán con la ambrosía derramada por otros labios. Y quienes duden que se puede regresar de la muerte; lo que no saben, es que necesitamos incendiarnos para resurgir de nuestras cenizas.

lunes, 12 de enero de 2009

Te invito a un polvo: El erótico y transgresor sonido del bolero en "Invitación al polvo" de Manuel Ramos Otero.

Por: Iván Vázquez
**Ponencia presentada en el VI
Congreso Nacional de Estudiantes de Literatura
en la ciudad de Puebla.
I. El polvo

El polvo, miles de partículas impregnándose en infinidad de objetos. En nosotros mismos. “Te invito a un polvo”, el sema polvo se impregna no de él mismo, sino de múltiples significados. Polvo: Droga, suciedad, sexo, maquillaje. La asociación sígnica resulta deliciosa, podrían hacerse infinidad de asociaciones mórbidas con la polisemia de la que está cargada; más aún si tomamos la acepción bíblica: El origen del ser humano, “Polvo eres y en polvo te convertirás”.
¿Provenimos del polvo o de un polvo?
Somos del polvo. Del polvo venimos y hacia el polvo vamos. Somos hijos del polvo, aunque la semilla infecunda en la tierra, o en el ombligo de otro cuerpo, habite. Es lo que Manuel Ramos Otero intentará desvelarnos en uno de sus poemarios – a mi parecer – más íntimo: Invitación al polvo.
En este poemario Ramos Otero habla desde la visión del poder y la impotencia de estar infectado con el mal del siglo XX: El VIH/SIDA. Encontraremos en la obra, además de múltiples referencias intertextuales a conocidos boleros Latinoamericanos – cuestión que se volverá importante ya que la idea de tomar como base al bolero vendrá a transgredir no sólo el género musical sino la poesía latinoamericana, transgresión que será importante como veremos más adelante – la idea de Matriz de la penetración.
Particularmente, concibo esta idea de la matriz de la penetración, en relación con la carga connotativa del acto físico de penetrar en otro cuerpo; pero, comulgo más con la idea de que en realidad lo que penetra es toda aquella nueva visión marginal del homosexual en los años ochenta, una forma renovada de incrustarse en la literatura y en la poesía, de alzar la voz e imponerse al silencio; mostrar al homosexual como un ser verdaderamente sexual – como lo haría Severo Sarduy – o como un ser aquejado por la nueva pandemia que aún no es nombrada porque se ignora su procedencia y se adjudica exclusivamente a los homosexuales, ser que se conformará en los versos de Manuel Ramos Otero. Esta idea de La matriz de la penetración se vuelve un diálogo entre hablante lírico y lector, formando un vínculo, ideas eslabonadas que se desperdigarán a lo largo del poemario; reclamando y mostrando la faz desgarrada del poeta que utiliza al Neobarroco como una forma de expresión, especialmente el Conceptismo.
Por ello, es que me avocaré a analizar la forma en que Ramos Otero utiliza como pretexto el bolero para conformar su discurso lírico, mismo que llevará entre sus versos la palabra escrita y la palabra vuelta carne, vuelta sexo. Porque el poeta ya no habla del amor que teme ser nombrado, sino del amor que es vociferado, que se ve envuelto por dos cuerpos y la canción surgida de ellos no es más que la nota de un bolero impregnando la intimidad de una habitación.
II. Transgresión y erotismo

¿Cómo una acción física repercute en una corriente? Eso es lo que al final de cuentas encontramos en Manuel Ramos Otero: la penetración. El goce de trastocar el sentido mediante toda una ideología y toda una estética en la poesía latinoamericana.
Si tomamos como punto de partida a Foucault, es casi obligado referirnos al placer y al poder en las relaciones sexuales. En un encuentro homosexual, el sujeto que penetre, estará ejerciendo un mecanismo de poder al penetrar a la pareja. Lo mismo sucede con el homobarroco y la inclusión de la homosexualidad.
Si nos contextualizamos y cambiamos el rumbo de nuestra mirada hacia los años ochenta, recordaríamos los problemas que aquejaron a la comunidad homosexual: la infección por VIH/SIDA y los prejuicios, aún latentes, en las diversas sociedades patriarcales. Ahí, que el poemario hable desde el margen y mantenga ciertos tintes transgresores en las temáticas abordadas en los mismos.
Debido a las características del ambiente social en el que el poeta se desenvuelve es de esperarse que adopte una voz pasiva y así lo hace Ramos Otero, pero la pasividad demostrada en el poemario no responde al miedo o a la mesura adquiridos para desarrollar el tema; por el contrario, desde su pasividad incitará a una segunda persona a iniciar el juego sexual, llevándonos, como lectores, por varios umbrales pues nos hace partícipes de la ficción, y en esa interacción Autor – texto – lector es que el propósito trasgresor de Ramos Otero se legitima: “Atentar contra el decoro de una clase burguesa particular, en el Puerto Rico que le tocó vivir a Ramos Otero, es una de las constantes de su poesía”.[i]
Es interesante, que la pasividad aparente es la del bolero, cuya retórica siempre marca una relación de subordinación de los dos sujetos involucrados –el yo que canta ante el tú que es destinatario del discurso emitido.
Ramos Otero nos guiñará el ojo y nos insinuará – mediante sus mecanismos poéticos – prácticas sexuales que pudieron haber resultado un tanto “escandalosas” en el año de publicación de Invitación al polvo; aún hoy en día en que el bolero, la salsa o el reggaetón han destapado muchos campos semánticos de la música popular contemporánea:

Dios tuvo que romper tu molde, amor,
y tuvo que soplar de otras maneras,
quiso que de su leche tu bebieras
y hasta Cuba te mandó con gran temor.

De noche te nació para que fueras
del beso negro sabroso embajador,
hombre te hiciste cueriando con dolor
y nada te enseñó que no aprendieras.
[ii]

En los versos anteriores se combina no sólo la irreverencia de jugar con los conceptos religiosos del génesis, también cruza la línea y crea un génesis particular, génesis que se empapa con la conformación de un hombre creado para perpetuar el placer homoerótico y no la mera contemplación espiritual. Ahí la apropiación de un elemento propio de la poética boleril, Dios creador de la mujer inalcanzable que guarda dentro de si múltiples ambigüedades, que puede ser virtuosa al mismo tiempo que perversa o una seductora que se complace con mantenerse alejada, en el plano de un mero objeto del deseo que no siempre puede alcanzarse; sólo que, en el caso de Ramos Otero, Dios crea a un hombre que llevará el concepto de “amaos los unos a los otros” a otros niveles.
El bolero impregna cada poema y dota el conjunto del poemario con los ritmos propios de este género musical, creando una atmósfera melancólica que inevitablemente nos arrastrará al universo del hablante. Dicha melancolía no podría ser completamente comprendida de no ser por las diversas referencias intertextuales de diversos boleros.

Éramos flores desterradas desde un Caribe ancho
y luminoso a un apartamento nocturno y estrecho.
Éramos un recuerdo distinto y similar de voces
amorosas que quedaron atrás encerradas en el mar
(…)
Éramos boleristas de la misma loseta: vereda tropical
[iii]
y niebla del riachuelo, un desvelo de amor bajo
Venus, olas y arenas de una nave sin rumbo, besos
de fuego para una canción desesperada, yo era una
flor y tú mi propio yo. Con lágrimas de sangre
quise escribir la historia que ahora escribo con
sangre, con tinta sangre, del corazón.
[iv]

Observamos dos referencias. La primera de ellas al título del bolero “Vereda tropical” escrito por Gonzalo Curiel y la segunda incluye algunos versos de “Nuestro juramento” compuesto por Benito de Jesús. Lo relevante además de las referencias es que el hablante lírico se reconoce a sí mismo y a su amante como “boleristas de la misma loseta”, seguido de dos puntos vienen las referencias a los boleros denotando una construcción a partir de la sabiduría musical popular y esa apropiación de la música popular, reescrita en un contexto homoerótico, nos está diciendo que para el poeta las notas de una canción no tienen por qué tener un sexo definido, porque en ese intercambio de los valores, podríamos aplicar lo que Henrry Marcuse nos dice: “El impulso biológico llega a ser un impulso cultural. El principio del placer revela su propia dialéctica. La aspiración erótica de mantener todo el cuerpo como sujeto – objeto del placer pide el refinamiento continuo del organismo, la intensificación de su receptividad, el crecimiento de su sensualidad.”[v] La homosexualidad encontrará su propia dialéctica a partir del intercambio de los discursos – el homosexual por el heterosexual – para insertarse en una esfera social diferente.
Las estructuras de los poemas, responden también a las formas del género musical, tal es el ejemplo del poema Ni tanto en el que las repeticiones de la palabra que le da título al texto servirán de estribillo, añadiendo a los versos una musicalidad particular:

Ni tanto
quien todo espera todo gana
Ni tanto
si no llega el amor sufre mañana
Ni tanto
no es justa la desilusión sin dolor
Ni tanto
besos de viento en su húmedo olor
Ni tanto
leche en la boca sin sabor
[vi]
Ni tanto
cuerpo con cuerpo, sudor con sudor,
Ni tanto
bicho violento en la resurrección
Ni tanto
vagabundo invisible en la pasión
Ni tanto, Ni tanto, Ni tanto.
[vii]

Sutilmente Ramos Otero nos describe una felación conjugando tres de las ideas que dan seguimiento a este ensayo: El erotismo, la transgresión y el bolero, fusionándolos en el cuerpo, un cuerpo de papel y tinta, refrendando de esta manera los elementos propios de la región caribe que posee su propia arte erótica, una poética del deseo.
Ese predominio del cuerpo no es gratuito, en palabras de Mayra Santos – Fébres: “La presencia del cuerpo en la literatura caribeña suele señalar hacia otro espacio de contención y negociación literaria – la que define al cuerpo como la frontera entre lo social y lo íntimo.”[viii] Si el cuerpo, como nos dice Santos – Fébres, se encuentra en esa frontera, ese espacio apenas tangible entre lo social y lo íntimo, no es difícil entender que se tienda hacia el predominio del mismo tratando de volverlo usual, cotidiano, porque al escindir la actitud de extrañamiento al momento de enfrentarnos con esa frontera estaremos permitiendo que se cruce la línea, que el discurso marginal se vuelva próximo: “Por ello, la inscripción del cuerpo dentro de la literatura caribeña contemporánea responde a una necesidad de nombrar la diferencia, la existencia de lógicas, historias, experiencias y sexualidades diferentes a las permitidas y registradas por el discurso oficial.”[ix]

III.- Te invito a un polvo.

Para finalizar, retomemos la idea que se planteó al inicio del ensayo: la matriz de la penetración. He presentado ejemplos de cómo el poeta está retomando el bolero a nivel estructural y temático, reconfigurándolo dentro de un discurso homosexual, una estética queer. El poeta está proponiendo una revisión del canon a partir de los elementos que conforman el canon mismo.
No es azaroso que las colectividades homosexuales se apropien de las manifestaciones culturales, sobre todo de la cultura popular; al final de cuentas, se está buscando un discurso de alteridad. Sin embargo, en el año de publicación del poemario, aún se mantenían ciertas renuencias ante las temáticas homosexuales, por ello es que la poesía de Ramos Otero se mantuvo en el margen.
Desde el margen, siempre desde el margen, este poeta decide desvelarse y mostrar sus preferencias sexuales; el hecho de que utilizara la forma del bolero, dio gran significación a su obra poética por todo lo que se puede insinuar, con la ironía que la forma anida entre sus versos y con la incansable voz que todo lo alumbra, que todo sostiene entre sus dedos.
Ahora, ya entrado el siglo XXI, leemos a Ramos Otero y sus versos continúan vigentes. Aún penetran en el lector y en la lectora. El mensaje sigue adentrándose en las fibras más íntimas de quien se acerque a los versos, los corruga y los deja caer, para observar cómo se incendian, mientras las páginas se impregnan de un olor a sexo, empapándose con la melancolía de un sutil bolero.


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[i] Torres, Daniel. El “Hombre de papel” en invitación al polvo de Manuel Ramos Otero. En “Verbo y carne en tres poetas de la lírica homoerótica en hispanoamérica”. Editorial Cuarto Propio. Chile, 2005. Página 114.
[ii] Ramos Otero, Manuel. Invitación al polvo. Editorial Plaza Mayor. Puerto Rico, 1991. Página 34.
[iii] La negrita es mía.
[iv] Ramos Otero, Manuel. Invitación al polvo. Editorial Plaza Mayor. Puerto Rico, 1991. Página 33.
[v] Marcuse, Henrry. Eros y civilización. Joaquín Mortiz, 1965, México, DF. Pág. 218-219.
[vi] La negrita es mía.
[vii] Ramos Otero, Manuel. Invitación al polvo. Editorial Plaza Mayor. Puerto Rico, 1991. Página 11.
[viii] Santos – Fébres, Mayra. Los usos del eros en el caribe en sobre piel y papel, 2005, Pág. 89.
[ix] ibid. Pág. 90.
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Bibliografía consultada
Bataille, Georges. El erotismo. Tusquets. México, DF. 1997 Marcuse, Herbert. Eros y civilización. Joaquín Mortiz, 1965, México, DF.
Otero, Manuel. Invitación al polvo. Editorial Plaza Mayor. Puerto Rico, 1991.
Santos – Fébres, Mayra. Los usos del eros en el caribe en sobre piel y papel, 2005.
Torres, Daniel. El “Hombre de papel” en invitación al polvo de Manuel Ramos Otero. En “Verbo y carne en tres poetas de la lírica homoerótica en hispanoamérica”. Editorial Cuarto Propio. Chile, 2005.

Los límites del cuerpo


I

Siempre una sonrisa de gato asomándose en ti. Un misterio, una nueva forma de ver tu desnudez a través de la sonrisa. Como un pequeño felino te muestras, tu espalda simula olas en el aire y luego, como frente a un desbarrancadero de silencio, avientas el peso de tu cuerpo sobre tus antebrazos. Yo te miro. Yo, que he devastado varias ciudades imaginarias en busca de una sonrisa felina como la tuya. Frente a mí avanzas, juegas con las cortinas, las sombras que las velas producen en las paredes te entretienen. Continúas avanzando. Paso, paso, paso de gato. En mi regazo te amodorras y arqueas la espalda cuando deslizo una mano por tu espalda. Acurrucado sobre mis piernas, como un pequeño y dócil gato, bebes la leche tibia a través de mi vientre.
Iván Vázquez