sábado, 2 de mayo de 2009

El sediento

* Presentado el 26 de marzo de 2009
en el marco del Día Internacional de la Poesía
en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY
Cuando se me invitó a participar en esta mesa panel lo primero que pensé fue: ¿Qué poema dejó marca en mí? Es una de aquellas preguntas que nos hacemos por un momento y, al siguiente, ya le olvidamos y dejamos sin respuesta. La primera vez que leí un poema fue hace casi una década y aún no me convertía en un lector seducido por la Literatura. Entre las primeras cosas que había leído se encontraban algunos libros sobre arqueología maya de mi padre – que aún desconozco el por qué de aquellos textos en el librero pues mi padre es maestro de Geografía y Artísticas – y algunos recetarios de mi madre; salvo aquellas dos muestras de literaturas sin duda alguna influenciadas por los roles de género, tenía un ejemplar ultra concentrado de Las mil y una noches que me habían regalado en un cumpleaños. Fue entonces que la insatisfacción de las lecturas de casa me obligó a pisar por primera vez una biblioteca.
Tenía catorce años pero, la historia de este poema tiene germen en mis doce años, cuando me coloqué frente a un espejo y mirando mi reflejo, observando aquellos esbozos de facciones masculinas y los ojos extrañamente abiertos, en un murmullo me dije: Soy homosexual. No pude evitar llorar y el lazo entre mi búsqueda y el agua se hizo presente. Supe que debía encontrar algo, lo que fuere, que pudiera convertirse en ancla, un afiance a tierra para no zozobrar en las tormentas propias; hallar unos oídos mudos que me escucharan y que jamás traicionaran mi secreto. La hoja en blanco siempre es el más fiel de los escuchas y, a menudo, encontramos consejo en ella. Por ello es que devoré los áridos libros de arqueología maya y los barrocos recetarios de mi madre. Hasta que el secreto se volvió una pequeña bola de nieve resbalándose por la montaña. Creciendo. Mientras aumentaba hasta casi anunciar el súbito desastre es que huí en busca de complicidad.
Encontré aquél libro de Octavio Paz en el anaquel correspondiente a Literatura Mexicana. Abrí el libro y me sorprendió encontrar que mis dedos eran los primeros en tocarlo, las páginas estaban inusualmente blancas y si sostenía el libro apoyando el lomo sobre la palma de mi mano no se abría en ninguna página, conservaba el rigor del empastado nunca antes forzado por mano alguna. Y fue en ese momento que el fetiche futuro por desvirgar un libro se inició, oler sus páginas y deslizar un dedo entre sus pliegues. Me llevé el libro a la casa y comencé a leerlo, hasta que me topé con “El sediento” una mano con letras negras me abofeteó el rostro y me descoció los ojos. Porque, al igual que en el poema, me sentí sediento. La búsqueda, contrario a lo que podría esperarse, no había terminado sino comenzado y hasta ahora la continúo.
Por ello es que desde ese momento siempre he intentado buscarme en la hoja en blanco. Irónicamente, el primer poema que me enriqueció también me volvió un sediento, aquél sediento que bebe agua del mar, que bebe hasta el hartazgo y, a pesar de ello, el agua salada sólo aumenta su ansia. Todo, pues, se resume en eso: en mí bogando palabras para beberlas o buscando oasis en libreros vueltos desiertos para también beber con la lectura pues toda hoja, ya sea en blanco o escrita, al final se vuelve naufragio.
Iván Vázquez
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El sediento

Por buscarme, Poesía, en ti me busqué:
deshecha estrella de agua,
se anegó en mi ser.
Por buscarte, Poesía,
en mí naufragué.

Después sólo te buscaba
por huir de mí:
¡espesura de reflejos
en que me perdí!

Mas luego de tanta vuelta
otra vez me vi:
el mismo rostro anegado
en la misma desnudez;
las mismas aguas de espejo
en las que no he de beber;
y en el borde del espejo,
el mismo muerto de sed.

PAZ, Octavio. En Poemas

2 comentarios:

  1. Que hermoso manifiesto!
    Yo inicié sin leer, sólo me sabía la frase:
    "Nada te turbe, nada te espante"
    Con el tiempo la completaría a falta de conocerla en su totalidad:
    "Nada te turbe, nada te espante, abraza mi alma...si es que todavía tengo"
    Y me sirvió tanto años después, se volvió una manera de darme consuelo a mi mismo...

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  2. yo me acuerdo que leia los libros condensados del reader's que tenia mi papá, que deben de andar por ahi....

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