II
DESDE LA VENTANA UN SOL Y TU CUERPO SOBRE LA CAMA. Todos en una tierra alejada. Desde la ventana el frío y la mañana nos podían observar, a ti dormido y a mí vigilando tu sueño. Desde la cama cercana yo vigilaba tu sueño. Y supe que estaba acercándome a un desbarrancadero y que el más ligero soplo de viento me empujaría hacia el abismo. Un silencio y aquél espacio entre tu cama y la mía que siempre fue esa frontera que nos separaría; aunque no por mucho tiempo, pero ni tú ni yo lo sabíamos. Luego de esa mañana, luego de muchas mañanas que se acumulan como los meses alrededor de mis ojos y párpados ya te veía dormido y en silencio. Como un faro que no iluminó jamás tu sueño te vigilaba, arremolinándome, siendo ola y sargazo esperaba que tu respiración se convirtiera en espuma y se estrellara en mí, emanando luz sin que esta atravesara tus párpados.
No amanecí, ni aquella ni muchas mañanas. Fui noche que se precipita sobre sí misma, mar, un faro ignorado y tu amigo.
DESDE LA VENTANA UN SOL Y TU CUERPO SOBRE LA CAMA. Todos en una tierra alejada. Desde la ventana el frío y la mañana nos podían observar, a ti dormido y a mí vigilando tu sueño. Desde la cama cercana yo vigilaba tu sueño. Y supe que estaba acercándome a un desbarrancadero y que el más ligero soplo de viento me empujaría hacia el abismo. Un silencio y aquél espacio entre tu cama y la mía que siempre fue esa frontera que nos separaría; aunque no por mucho tiempo, pero ni tú ni yo lo sabíamos. Luego de esa mañana, luego de muchas mañanas que se acumulan como los meses alrededor de mis ojos y párpados ya te veía dormido y en silencio. Como un faro que no iluminó jamás tu sueño te vigilaba, arremolinándome, siendo ola y sargazo esperaba que tu respiración se convirtiera en espuma y se estrellara en mí, emanando luz sin que esta atravesara tus párpados.
No amanecí, ni aquella ni muchas mañanas. Fui noche que se precipita sobre sí misma, mar, un faro ignorado y tu amigo.
Iván Vázquez
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